Tengo, como muy bien sabes, una especial no sé si llamarla debilidad o más bien pasión por las fotografías donde la “protagonista” es la eyaculación. Me encanta contemplar la esperma derramada sobre el cuerpo de un hombre, ya bien sea el propio o de otro a quien se le ofreció. En la vida real procuro vivir al máximo, con toda intensidad, este, para mí, excelso momento de la sexualidad masculina, y si hay algo que aprecio sobremanera en mis relaciones con otros hombres es que mi pareja, pasados los breves instantes en que aquel supremo placer nos deja prácticamente sin sentido, empiece a volver en sí sin rehuirme la sonrisa con la que le aguardo al tiempo que me la agradece con la suya.
Es por ello, Hairy, que hoy, a pesar del indudable atractivo que en mí ejercen los viriles cuerpos que nos has escogido para ilustrar tu post, me quede con la fotografía del muchacho rubio que, aún con la esperma regalimándole en la mano, sonríe, satisfecho, de una forma tan abierta. La franqueza de esa expresión en su rostro es la que para mí marca la diferencia entre un hombre y un Hombre.
Nada más grato que sentir, compartir y recrearse con la cálida untuosidad de los fluidos vigorosamente derramados, cúlmen del fragor amatorio enre Hombres.
No hay mejor lacre para unir, frente por frente, vello a vello, a los amantes que, exaustos, yacen uno sobre el otro, sellando así el más importante pacto de virilidad que pueda darse entre ambos: la entrega mutua.
La más bella rendición es la que se rubrica con ese sagrado líquido.
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Tengo, como muy bien sabes, una especial no sé si llamarla debilidad o más bien pasión por las fotografías donde la “protagonista” es la eyaculación. Me encanta contemplar la esperma derramada sobre el cuerpo de un hombre, ya bien sea el propio o de otro a quien se le ofreció. En la vida real procuro vivir al máximo, con toda intensidad, este, para mí, excelso momento de la sexualidad masculina, y si hay algo que aprecio sobremanera en mis relaciones con otros hombres es que mi pareja, pasados los breves instantes en que aquel supremo placer nos deja prácticamente sin sentido, empiece a volver en sí sin rehuirme la sonrisa con la que le aguardo al tiempo que me la agradece con la suya.
Es por ello, Hairy, que hoy, a pesar del indudable atractivo que en mí ejercen los viriles cuerpos que nos has escogido para ilustrar tu post, me quede con la fotografía del muchacho rubio que, aún con la esperma regalimándole en la mano, sonríe, satisfecho, de una forma tan abierta. La franqueza de esa expresión en su rostro es la que para mí marca la diferencia entre un hombre y un Hombre.
Nada más grato que sentir, compartir y recrearse con la cálida untuosidad de los fluidos vigorosamente derramados, cúlmen del fragor amatorio enre Hombres.
No hay mejor lacre para unir, frente por frente, vello a vello, a los amantes que, exaustos, yacen uno sobre el otro, sellando así el más importante pacto de virilidad que pueda darse entre ambos: la entrega mutua.
La más bella rendición es la que se rubrica con ese sagrado líquido.
¿Habrá alguien a quien no le pueda gustar ese negro tan negrazo que casi se corta la respiración?
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